Cuando la madre de una niña, vil y cobardemente asesinada, pide protección contra el asesino de su hija que campa ya a sus anchas, libremente, sin ningún tipo de control policial y judicial, es que ya no queda nada por lo que el ciudadano de a pie pueda confiar en el Estado y en sus instituciones.
La democracia ya no existe, pero lo peor es que el Estado ya ha fenecido.
Todo nuestro apoyo incondicional a Doña María del Mar Bermúdez, madre de Sandra Palo.
Francisco Pena
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