AQUÍ NO HAY NEUTRALIDAD

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viernes, 3 de julio de 2009

DE COBARDES, DE TRAIDORES Y DE TRIBUS VARIAS


Aún resuenan en mi cabeza los ecos de la “heroica” decisión de los organizadores de la renovación de la “Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús” de prohibir la exhibición de banderas españolas con la imagen sagrada de Aquél.
Está claro que hasta el clero de hoy no es como el de antes.
Si antes, allá por la IIª República, muchos dieron su vida por la Verdad, hoy, por el contrario, los nuevos lameculos prefieren comulgar con la verdad imperante y sacrificar la Verdad a la mentira.
Son, sin duda alguna, más cobardes y traidores que los propios responsables de la caída de España hacia el abismo, pues, lejos de hacer frente a semejante ignominia, por el contrario, aceptan, no sé bajo qué contraprestación, aunque la presupongo, cualquier componenda con tal de salir indemnes de la quema.
Sin perjuicio, pues, de dejar huérfanos de dirección espiritual a los cientos de miles de fieles y patriotas que esperan un claro ejemplo a seguir, por el contrario, imitando a sus padres putativos, como hijos bastardos que son, aceptan cualquier “bajada de bandera” que, en el presente caso, se traduce también en “bajada de pantalones”, con todo lo que, por activa y pasiva, implica, y prohíben a los fieles y patriotas exhibir con orgullo lo que durante 90 años siempre se ondeó, nuestra orgullosa enseña nacional con el Sacratísimo Corazón del Cristo.
Afirman, ésos mismos que dicen ser los baluartes de la Fe, que son los garantes de la Verdad, no obstante, lejos de ser cierta tal afirmación, la realidad demuestra que son el resultado del continuo e incesante bombardeo de contravalores a los que algunos, por no decir muchos, se han sentido permeables.
Produce vómito su mera presencia, pavoneándose como conspicuas cabezas de una Iglesia ya marchita por culpa, precisamente, de la tibieza de su cobardía.
Ahora, lejos de ser dignos representantes de la Fe, acuden, como lobos hambrientos, a la llamada de su amo, todo con tal de sacar alguna que otra migaja, aún a costa de silenciar la voz de los auténticos fieles.
Repugnancia, asco, sólo cabe definirlo así, el sentimiento que me produce aquél que si un día ya sucumbió a la voz del poder al aceptar la farsa de un matrimonio herético, con previo y público concubinato conocido y anunciado, ahora, cobardemente, acepta las componendas que sus subalternos traidoramente han pactado.
¿Acaso esperan clemencia?
¿Acaso creen que no van a merecer la misma suerte que los traidores que han vendido a España?
Los traidores son traidores, sean del pelo que sea.
La mitra, de por sí, no garantiza más que una potestad pero que lleva implícita una autoridad moral, y cuando ésta, por la evidencia recalcitrante de la realidad, se muestra pálida, disminuida, sólo cabe reducirla a cenizas, a las cenizas de las que, tal vez, nunca debió salir.
Pero si, al menos, este hecho fuese un hecho aislado, aún podríamos afirmar que tal hecho, en si mismo, no sería más que una excepción; sin embargo, recientes, y no tan recientes acontecimientos, han demostrado cuán frágil es la Fe de algunos, frente a la Fe de muchos.
La “sacrosanta” Conferencia Episcopal está ahora que trina con la nueva “Ley del Aborto” que pretende aprobar este gobierno de deficientes mentales, pero se olvida y así se olvidó que, durante muchos años, incluso durante el “reinado” de su gobierno popular, los inocentes eran sistemática y cobardemente masacrados, asesinados.
Son culpables, pues, de ocultar públicamente el genocidio silencioso, ése que cometen también los que se dicen defensores del “orden y de las buenas maneras democráticas”, pero que ignoran, desde su origen, cual es el primer y principal derecho de todo ser vivo: nacer.
Ya en su día, y fui criticado por algunos que me acusaron de ser “excesivamente radical”, dije cuál era el rostro de la actual cúpula de la Iglesia Católica española, formada, en su mayor parte, por traidores y cobardes, que no sólo han vendido la Fe de Cristo al mejor postor, sino que, además, han dejado de creer en una España gloriosa que, en su día, sirvió como instrumento del Altísimo para la conquista de un Nuevo Mundo y, en consecuencia, de una ingente cantidad de almas para la Cristiandad.
Existen, sin duda alguna, notables excepciones, pero éstas, lejos de erigirse en voces discordantes, aceptan manifestar, de vez en cuando, su contrariedad por aquello de respetar “las reglas del juego”.
Sólo nos cabe la esperanza de la rebelión de los hombres y mujeres que se consideran españoles y cristianos.
Una rebelión de los sin nombre, de aquéllos que aún creen en una Fe y en una Patria común, íntimamente unidas, aunque respetándose recíprocamente.
Se trata, pues, de manifestar públicamente esa repulsa por aquéllos que se han vendido por un puñado de monedas y que, lejos de arrepentirse, se pavonean con los bastardos de turno, ésos que se dicen príncipes y reyes y que, lejos de conocer a sus progenitores, aceptan cualquier filiación con tal de vivir a costa del explotado ciudadano.

2 comentarios:

Deolavide dijo...

Comparto tu opinión, Francisco.
El “aggiornamiento” post Vaticano II ha traído unas consecuencias a todas luces desastrosas sobre lo que más importa; la Fe.
No obstante, Dios escribe derecho sobre renglones torcidos y ya Cristo, al fundar sobre el pilar de Pedro su Iglesia, nos dejó advertido que las fuerzas del mal no prevalecerían sobre Ella (aunque estén en Ella infiltradas). Yo, así lo creo.

Vaya… esta es la segunda vez que hoy utilizo el mismo argumento.

Francisco Pena dijo...

Completamente de acuerdo, camarada....pero, y antes de que se cumpla la promesa del Altísimo, permitámonos dar un pequeño escarmiento a esa ralea de traidores y herejes.....

Un abrazo