No voy a entrar ni salir de las afirmaciones que estos individuos han vertido sobre la supuesta querencia, según afirman, natural de los pobladores de cierta región de España a la zanganería. Ni lo afirmo, ni lo niego, ni lo sé, ni me importa.
Lo que sí me llama poderosamente la atención que los de ahí arriba, los de las fotografías, que, precisamente, nunca han sido ejemplo de personas que hayan depuesto su actividad laboral de manera ejemplar, si es que alguna vez lo han hecho, (en el caso del primero, a salvo un corto período de paso por la Universidad como profesor de Derecho Civil, sin que, hasta la fecha, se sepa cómo, por qué y por medio de quién entró en dicho departamento; en el caso del segundo, tal vez sea digna de mención su más que dudosa capacidad para montar yeguas y poco más) tengan los santos cojones a afirmar, como así lo hacen, que el resto de los mortales, es decir, aquellos que no son hijos de una payasa goyesca o políticodependientes vitalicios, no quieran, en vez de no puedan, trabajar.
¿Quiénes son estos mierdas para afirmar tan grave e injuriosa acusación?
¿Cómo se atreve un hidalgo de pacotilla a hablar de trabajar si tan siquiera, a pesar de haber podido, ha cursado estudios universitarios, ni trabajado en su puta vida?
¿Cómo se atreven estos vividores, soplagaitas, parásitos e indigentes intelectuales a criticar a nadie si lo máximo que han hecho en su puta vida ha sido gastar saliba, el primero, y presumir de hembrero de baja alcurnia el segundo?
¡QUE OS DEN POR EL CULO!
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