Con frecuencia se suele acusar a la Iglesia Católica y, por lo tanto, a sus fieles, de ser unos hipócritas en materia de sexualidad, especialmente en relación con el tema de la prevención y contagio del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
De hecho, aunque silenciando intencionadamente las políticas represivas de los Estados Islámicos, se acusa a los Católicos de promover y sostener una campaña anti-preservativo, entendiendo que se mezcla las convicciones morales con la realidad científica y práctica en un tema tan espinoso y grave cuál es el contagio y propagación del SIDA.
De todos es bien sabido, o al menos debería saberse, que existen varias vías de contagio del SIDA, pero la que ha creado más polémica son las políticas propuestas en materia de contagio sexual, al menos en lo que respecta a la confrontación con la Iglesia Católica.
Y, fundamentalmente, se critica la actitud de la Iglesia Católica en materia preventiva en los países de África y Asia.
Y, al final, la polémica se centra (porque así es de su interés) en la promoción y defensa o no del uso del preservativo como método fundamental y eficaz en la lucha contra el contagio y consecuente propagación del SIDA.
Permítaseme, no obstante, centrarme en el Continente Africano, pues creo que, hoy por hoy, es paradigma, al menos políticamente, del problema con el que nos enfrentamos.
1.- La primera cuestión que es menester debatir es hasta qué punto la influencia de la Iglesia Católica en África es tan decisiva como para entender que su propuesta es de tal calado que resulta dañina, cuando no responsable, del incremento exponencial del contagio y propagación del virus del SIDA entre la población.
Si observamos el mapa que, a continuación, se expone, observaremos que, en la actualidad, la influencia del Islam en el Continente Africano es, ciertamente, importante.
De hecho, si se hace un estudio poblacional, el porcentaje de musulmanes y no musulmanes, no necesariamente católicos, rondaría el 60% para aquéllos y el 40% para éstos.
Es decir: aproximadamente el 60 % de la población africana practicaría la religión musulmana, estando, en consecuencia, en mayor o menor medida, influidos por el Islam.
Tal hecho, necesariamente nos lleva a la conclusión, al menos parcial, de que la Iglesia Católica carecería de influencia notoria sobre, al menos, unos 550 millones de personas.
Si a ello unimos el hecho de que dentro del porcentaje restante (aproximadamente el 40%) hay que deducir la población que forma parte de Estados que fueron en su día colonias anglosajonas, por no hablar de las diversas prácticas religiosas ancestrales, sobre todo en el ámbito rural interior, nos encontraríamos con un porcentaje muy reducido de población que, al menos teóricamente, estaría en mayor o menor medida bajo la influencia de la doctrina católica.
En definitiva: la afirmación de que la Iglesia Católica tiene una influencia decisiva o importante en el comportamiento de la población del Continente Africano es rotunda, radical y absolutamente falsa.
2.- La segunda cuestión que es menester precisar es el motivo por el que se tiene tendencia a confundir la “política sexual” con la “política sanitaria”.
Y es importante abordar esta confusión, porque como consecuencia de tan intencionada paridad se ha llegado a crear en el ánimo de la población una vaporosa y errónea visión sobre el norte del problema y su “solución”.
O dicho de otra manera: el hecho de que algunos tengan una moral más o menos laxa no debe de servir de obstáculo para no ver la realidad científica, cual es el objetivo definitivo de este artículo.
Se ha llegado a afirmar (y se sigue falsamente afirmando) que por parte de los católicos sólo se propone como método alternativo al uso del preservativo, como supuesto método eficaz para evitar el contagio y propagación del SIDA, la abstinencia sexual, pero tal afirmación es rotunda y tendenciosamente falsa.
Lo que realmente propone la Iglesia Católica es la fidelidad conyugal y, en su caso, la abstinencia sexual.
De hecho, se ha demostrado CIENTÍFICAMENTE que las relaciones sexuales entre parejas que mantienen una fidelidad sexual absoluta y, en su caso, la abstinencia sexual son el único método seguro y eficaz de evitar el contagio y propagación del SIDA.
La Iglesia Católica lo único que afirma es lo que científicamente se puede acreditar de manera plena e indubitada, y es que sólo el sexo responsable y fiel o, en su caso, la abstinencia sexual, son los únicos métodos al cien por cien seguros para evitar el contagio y la propagación del SIDA.
Pero, además, es menester significar que, en relación con los Estados bajo influencia islámica, las políticas sexuales al respecto, son mucho más restrictivas, cuando no represivas.
Es por ello que llama poderosamente la atención que la opinión pública sea tan hipócrita que mientras que fustiga sin piedad, y además basándose en falsas premisas, a la Iglesia Católica, por el contrario no se atreve a criticar políticas más restrictivas y/o represivas tales como las que se imponen en los Estados africanos que están bajo la influencia del Islam.
Frente a la propuesta católica, se promueve como “único método eficaz y seguro” para evitar el contagio y propagación del SIDA, el uso del preservativo.
Es así, por el contrario, a los que promueven la promiscuidad sexual a los que realmente compete acreditar la fiabilidad “científica” de sus métodos anti-contagio del virus del SIDA.
Lo primero que llama poderosamente la atención es que en los últimos años se ha evidenciado un primer síntoma de la falsedad de las campañas oficiales no católicas y que consiste en un sutil cambio terminológico, siendo cada día más frecuente oir hablar de “safer sex” o “sexo más seguro” que la expresión antes, no ha mucho, utilizada de “safe sex” o “sexo seguro”.
Y he aquí la raíz de la cuestión, no sólo de fondo, sino también, hipócritamente, de forma.
O dicho de otra forma: ¿a qué viene semejante cambio terminológico?
¿Cuál ha sido el motivo de semejante cambio de actitud?: pues, pura y sencillamente, el simple hecho de que los recientes estudios científicos (que no filosóficos o morales) han acreditado, sin resquicio a la duda, que el uso del preservativo, simplemente, no es seguro. Ni es seguro como método anticonceptivo, ni como método profiláctico (evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual), sino, y lo que es más grave, mucho menos como método seguro de prevención del contagio y propagación del SIDA.
Y no se trata, señores, de disquisiciones más o menos especulativas, sino de datos objetivos comprobados científicamente.
Debido a la confusión intencionada a la que hemos hecho referencia anteriormente (mezclar prevención de contagio con método anticonceptivo) se ha creado en la población en general la convicción de que el uso del preservativo es igualmente fiable que su uso como medio anticonceptivo, y eso, señores, es una barbaridad.
Si tenemos en cuenta que la fiabilidad del uso del preservativo como método anticonceptivo ronda el 88%, por el contrario en el caso de su uso como método para evitar el contagio del SIDA rondaría, según estudios, entre el 65-70%; es decir, que habría entre un 30-35%. de riesgo de sufrir contagio.
El principal problema con el que se encuentra el uso del preservativo como supuesto método “más” eficaz para evitar el contagio del SIDA es que, frente al diámetro de los poros de la goma del preservativo, que es de cinco micras, por el contrario el tamaño real del virus del SIDA es de 0,1 micras; es decir:
cincuenta veces más pequeño que los poros de la goma.
De hecho, desde la OMS ya ha tiempo que se viene insistiendo en que el uso del profiláctico no es eficaz en la lucha contra el SIDA, siendo sólo recomendables la fidelidad y la abstinencia sexual como únicos métodos seguros para evitar el contagio.
Y, de hecho, en la práctica de esta política sanitaria en Estados como Uganda, se ha obtenido una reducción significativa del contagio, pasando del 15% al 5% de incidencia, lo que supone una reducción significativa del 10%, siendo considerado por la propia OMS como un éxito admirable.
De hecho, la propia OMS ha manifestado, al respecto, y textualmente: “que la evolución de los comportamientos sexuales es un imperativo capital”.
No voy a cansarles en darles una retahíla de datos científicos que bien pueden recopilarlos en internet, pero, al respecto, baste significar que la propia UNICEF, a pesar de la campaña brutal de la ONU a favor de la promiscuidad sexual, no tuvo más remedio que reconocer, y cito textualmente, “que el único método 100% seguro de no contraer el SIDA es la abstinencia sexual” o, en su caso, la relación estable entre dos personas sanas, añado yo, tal y como reiteran cientos y cientos de estudios científicos al respecto.
3.- La tercera cuestión que se plantea es por qué, entonces, en países como España, se siguen fomentando el uso masivo del preservativo como método, ahora, “más eficaz” para la prevención del contagio del SIDA.
Porque, señores, hoy por hoy, y amén de los bastardos intereses económicos que encierra tal campaña, es más “políticamente correcto” fomentar el juego de la promiscuidad o del “todo vale”, aún a costa de
ocultar intencionadamente la verdad aunque duela a los ciudadanos.
Es de reconocida eficacia política la llamada a la libertad, aunque sea una mal entendida libertad, frente a la verdad.
La verdad no vende, la libertad, aún a costa de la muerte, sí.
Y no hago estas afirmaciones de manera gratuita, porque ha habido, y sigue habiendo, políticos en España que, aunque solapadamente, sí han reconocido la ineficacia del uso del preservativo como método para frenar el SIDA, pero que no se atreven a afirmar cuáles son los únicos métodos seguros: fidelidad y abstinencia.
Esta actitud, amén de cobarde, es una actitud criminal, porque, por encima de los intereses electorales, la actividad política debe ir encaminada al bien común, y no sólo de los propios afectados, sino, y sobre todo, de los potenciales y futuros enfermos.
Pero ésta, señores, es nuestra cruz: la del contar con una clase política sórdida, inútil e interesada que, espero, con el tiempo llegue a ser erradicada definitivamente del suelo de nuestra Patria.