Sin olvidar, pues sería imperdonable, a mi admirado Alfredo Kraus y al portento de Pavarotti.....pero, señores, la perfección tiene un nombre: Don Plácido Domingo.
¡AMÉN!
Que nadie espere encontrar en este pequeño espacio nada más allá de lo ordinario, si por ordinario se entiende lo que este humilde letrado-iletrado puede opinar sobre lo divino y lo humano en el marco de este extraño e inhóspito mundo que nos ha tocado vivir.
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