Dicen que no hay nada más edificante en esta vida que tomarse las cosas con sentido del humor, y, sinceramente, creo que quienes lo afirman tiene toda la razón.
Por eso, no entiendo por qué en vez de empeñarnos en atacar al Sr. Presidente del Gobierno, simplemente, no nos reímos de él.
Al fin y al cabo, el chico es simpático…..o eso dicen.
No entiendo tampoco, por qué no nos relajamos y disfrutamos de y con las sabias ocurrencias de nuestras flamantes ministras, santo y seña de la intelectualidad imperante, posos y pozos de sabiduría estética y retórica, miscelánea y síntesis fecunda de la muy noble y progre izquierda nacional.
Ni comprendo ese empeño de oponerse, como algunos se oponen, a las plausibles iniciativas legislativas y judiciales que pretenden desmemoriar la memoria de nuestros muertos…..porque todos, digan lo que digan, son, por suerte o por desgracia, nuestros.
Así, no sé el por qué de ese empeño en frenar el ímpetu justiciero del Sr. Garzón, cuando lo que habría que hacer es, precisamente, felicitarle y facilitarle todos los datos y medios necesarios para enjuiciar y, si es posible, condenar a los progenitores fascistas de nuestros muy queridos Bono, Conde Pumpido y De la Vega.
Ignoro el motivo o intención que subyace en esa obsesión por desprestigiar la labor de tan insigne jurista, cuando lo suyo, más que una mala intención, es un sano y edificante morbo por escuchar las conversaciones de los demás.
Extraña e ignota es, asimismo, esa inquina contra nuestro muy querido Carrillo, Don Santiago, si al fin y al cabo es acreedor y merecedor no de una medalla, sino de todo un monumento, por haber sobrevivido a propios y extraños, vientos y tempestades, habiendo salido indemne de la quema.
Semejante habilidad, sin duda alguna, merece su justo, aunque tardío, galardón.
Creo, sinceramente, señores, que el sentido del humor debería ser asignatura obligatoria en las escuelas.
Y, así, frente a la tibia propuesta de la Sra. Aído, yo iría más allá: propondría que, al menos una vez a la semana, niños y niñas, profesor y/o profesora incluidos, se bajasen sus refajos, y mostrasen a los cuatro vientos sus, ya no, vergüenzas, más acertadamente desvergüenzas, y tal vez así podríamos comparar y ver hasta qué punto el español medio es merecedor de envidia o complejo justificado.
Y, así, todos juntos, bien apiñaditos, comprobar “in situ”, con más práctica que teoría, dónde están todas y cada una de las partes de nuestras muy nobles “idem”.
Porque, además, señores, yo tengo una teoría, aunque seguro equivocada: estoy convencido de que nuestros flamantes ministros y ministras tienen un poquito de complejo erótico-infantil, cuando no pueril.
Vamos, que son tontitos del culo.
Y creo, sinceramente, que la mejor manera de liberar sus más bajos instintos es dejar que jueguen con nuestros hijos que, al fin y al cabo, no dejan ni han dejado de ser objeto de su escarnio “pseudointelectual”.
Y por si ello no fuese suficiente, yo optaría por retar al Sr. Presidente o a cualquiera de sus nobles ministros a un noble duelo de bajada de pantalones, para así poder comprobar cuál es el origen de su indigencia “psicopederastaintelectual”.
Porque, en el fondo, señores, estoy seguro que la fuente del problema radica en que el Sr. Rodríguez, al igual que sus afamadas ministras, tienen envidia de pene.
Si, pues, todos nos empeñamos en enseñar nuestras vergüenzas, seguro que la desvergüenza de aquéllos se consolidaría en el síndrome pueril que les llevaría, en último término, a su seguro internamiento en el frenopático más adecuado para su psicopatología.
Y, así, mientras unos se van a Suiza a ocultar su déficit de testosterona, y otros bien custodiados son internados en un psiquiátrico, mientras tanto los demás podremos ir tirando de la manta para ver si, por suerte, caen más de la previsible cuenta.
¿Por qué, pues, enfadarse?
¿Acaso no es de inteligentes servirse del sentido del humor?
Pues, entonces, de paso que vamos cotejando mercados y valores, constreñimos el bolsillo del sufrido ciudadano o esparcimos el dinero que rebosa de las arcas públicas, vamos aprendiendo idiomas, por aquello de enriquecer nuestro curriculum, y aprovechando que ya tenemos traductores en el Senado, nos acordamos de los ancestros de nuestra insigne clase política, eso sí, en latín que “mola” mucho, y por aquello del sentido del humor, les proponemos un “menage a troi” con Obama y Hugo Chávez, por aquello de “hacer el amor y no la guera”…. a salvo, claro, en Afganistán.
Y cuando todo esté ya concluso …… cuando ya nada quede por salvar….y nos vengan a pedir cuentas …… antes de bajar el telón….diremos con mucho sentido del humor, que no del ridículo, que de eso ya entonces no tendremos…..que España va como va, es decir: pachucha, tirando a mal.
Francisco Pena
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