Si hemos de ser sinceros, señores, ni por asomo esperábamos la "conversión" de nuestro querido Presidente del Gobierno.
Ni remotamente hubiéramos podido sospechar hasta qué punto su idolatría por el Sr. Obama hubiera podido hacer conciliar sus escasas capacidades intelectuales con su, aunque tardía, sumisión al nuevo movimiento anarcosocialprogresistaliberal.
¡Qué tiempos aquellos en que nuestro, hoy, flamante Presidente mantenía su dignidad y posaderas bien asentadas en tan noble y poco perturbadora "anopedestación" al paso de la no menos innoble bandera yanki!
¡Qué tiempos aquellos en los que todo valía, incluso insultar a toda una Nación con tal de alcanzar la cumbre de La Moncloa!
Y hoy, curiosamente, que ya no queda casi nada por conquistar, a salvo convertir La Zarzuela en sede de la muy noble Tercera República, va y resulta que nuestro invicto presidente se inclina al paso del dios Obama, porque ante la llamada del todopoderoso justo es reclinarse sin haber pasado por la bipedestación, no en vano es más saludable, o eso dicen, inclinarse entre pose y pose, con los pantalones bien bajos y desajustados para que aquél del que tantas "mercedes" y esperanzas alcanzamos pueda hincar, sin ningún género de duda o rencor, su ímpetu febril sobre la esencia misma de nuestra excelsa y boyante economía.
Así, bastó el sublime oráculo telefónico para caer rendido a los pies del todopoderoso y comprender, o eso dijo, que la mejor manera de solventar nuestros miedos y desdichas era desmerecer el justo premio de nuestros mayores o cargar sobre las espaldas del menesteroso las prodigalidades de nuestros muy sabios, desinteresados y no menos queridos gestores.
Y, así, entre sillas y reclinatorios o sutiles, aunque elegantes, inclinaciones de torso, vemos como nuestro querido Presidente va cumpliendo sus promesas y deseos de alcanzar para el querido pueblo español el tan merecido puesto que le corresponde.
Amén.
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