Después de la grave noticia del espectacular incremento del IPC hasta alcanzar el 4,7 %, según dicen, la mayor subida del índice en los últimos 11 años, el Sr. Rodríguez Zapatero exculpa su responsabilidad y la del ejecutivo afirmando que la culpa de dicho incremento la tiene la subida, ciertamente, importante del barril de crudo y, no menos importante, de los productos de primera necesidad.
En un tono y gestos displicentes, y como el que da una clase magistral de economía, afirma lo que afirma sin ningún rubor, sin ningún cargo de conciencia y, lo que es peor, sin asumir ninguna responsabilidad.
Cuando España está avocada a ser el primer Estado europeo que sufrirá de manera brutal la gravísima crisis económica que se avecina (porque este, no nos engañemos, es sólo el principio), intencionadamente se oculta a la población la gravísima situación económica por la que atraviesan ciertas entidades financieras cuya función social ya ha tiempo que se ha perdido.
Al mismo tiempo, se ignora intencionadamente que una gran parte del precio final de venta del gasóleo al consumidor, entre los que se incluyen los profesionales que, inexcusablemente, necesitan un consumo constante del mismo, se ve incrementado por el porcentaje elevadísimo de carga fiscal que conlleva.
Si a tal hecho añadimos que está previsto un incremento del 9,3 % de los impuestos que lo gravan, resulta, a la postre, que, lejos de adoptarse medidas paliativas, por el contrario se descansa en el consumidor el enorme peso de la crisis económica.
Y, precisamente, los motivos que “argumentó” el Sr. Presidente, son los que han provocado una reducción significativa en el poder adquisitivo del ciudadano de a pie, con lo que, si a ello añadimos el incremento exponencial de los tipos de interés aplicables al crédito hipotecario, llegaremos a la conclusión de que, en muy breve tiempo, la situación económica y social se verá gravemente afectada.
Por parte del gobierno se acusa a la oposición de hacer una campaña de desprestigio, agravando exageradamente los datos económicos.
Sin embargo, lo cierto es que la actitud del principal partido de la oposición es, más que moderada, cómplice de la situación que se avecina, optando por callar más allá de lo moralmente admisible, sobre todo cuando la mayoría de los afectados son gente con mediano o bajo poder adquisitivo.
Y ahora viene la crítica a los electores, a aquéllos que, alegremente, acuden cada cuatro años a las urnas y depositan el voto a favor del “más simpático” o del “menos malo”.
Si el pueblo, como dicen, ostenta la soberanía, el pueblo es también responsable de su decisión.
Corresponde, pues, al pueblo, precisamente en este momento, ahora que aún estamos a tiempo, retomar las riendas de su soberanía, y exigir que se le devuelva su poder y autoridad.
Francisco Pena
En un tono y gestos displicentes, y como el que da una clase magistral de economía, afirma lo que afirma sin ningún rubor, sin ningún cargo de conciencia y, lo que es peor, sin asumir ninguna responsabilidad.
Cuando España está avocada a ser el primer Estado europeo que sufrirá de manera brutal la gravísima crisis económica que se avecina (porque este, no nos engañemos, es sólo el principio), intencionadamente se oculta a la población la gravísima situación económica por la que atraviesan ciertas entidades financieras cuya función social ya ha tiempo que se ha perdido.
Al mismo tiempo, se ignora intencionadamente que una gran parte del precio final de venta del gasóleo al consumidor, entre los que se incluyen los profesionales que, inexcusablemente, necesitan un consumo constante del mismo, se ve incrementado por el porcentaje elevadísimo de carga fiscal que conlleva.
Si a tal hecho añadimos que está previsto un incremento del 9,3 % de los impuestos que lo gravan, resulta, a la postre, que, lejos de adoptarse medidas paliativas, por el contrario se descansa en el consumidor el enorme peso de la crisis económica.
Y, precisamente, los motivos que “argumentó” el Sr. Presidente, son los que han provocado una reducción significativa en el poder adquisitivo del ciudadano de a pie, con lo que, si a ello añadimos el incremento exponencial de los tipos de interés aplicables al crédito hipotecario, llegaremos a la conclusión de que, en muy breve tiempo, la situación económica y social se verá gravemente afectada.
Por parte del gobierno se acusa a la oposición de hacer una campaña de desprestigio, agravando exageradamente los datos económicos.
Sin embargo, lo cierto es que la actitud del principal partido de la oposición es, más que moderada, cómplice de la situación que se avecina, optando por callar más allá de lo moralmente admisible, sobre todo cuando la mayoría de los afectados son gente con mediano o bajo poder adquisitivo.
Y ahora viene la crítica a los electores, a aquéllos que, alegremente, acuden cada cuatro años a las urnas y depositan el voto a favor del “más simpático” o del “menos malo”.
Si el pueblo, como dicen, ostenta la soberanía, el pueblo es también responsable de su decisión.
Corresponde, pues, al pueblo, precisamente en este momento, ahora que aún estamos a tiempo, retomar las riendas de su soberanía, y exigir que se le devuelva su poder y autoridad.
Francisco Pena
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