AQUÍ NO HAY NEUTRALIDAD

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viernes, 25 de febrero de 2011

EL CUENTO CHINO DEL 23-F (II)

Don Pablo Castellano Cardalliaguet
Abogado y ex-diputado socialista

"Dice la prudencia que no es bueno remover el cieno, frente a la audacia del irresponsable que siempre tratará de presentar como éxito el fracaso o como triunfo la derrota. Por eso extraña que el señor presidente del Congreso de los Diputados convoque a solemne celebración para recuerdo de aquel día en el que está demostrado que el teniente coronel Tejero, previamente seleccionado para que creara en la Cámara una situación dramática, con todos los tintes de un golpe de Estado, al estilo de las viejas cuarteladas, desmontó con su tozudez el auténtico giro constitucional que el general Armada, Milans del Bosch y el Cesid venían preparando, con la hábil mediación ante los partidos políticos del jurídico militar señor Ossorio, bajo la no tan lejana observación de la jefatura del Estado. Tejero llegó, amenazó, humilló, rafaguéo y… muy pronto se vio que era el introductor de los solucionadores.
Tenía que despejar la plaza para la triunfante entrada de los diestros: el famoso caballo blanco, más bien fue tronco, pues dos eran los impulsores del carro, dos generales monárquicos hasta las cachas se habían repartido los papeles: el más avispado en conspiraciones llegaría y propondría el Gobierno de salvación, reflejado ya en las más que famosa lista de Armada: los sacrificados prohombres dispuestos a pisotear las fórmulas democrático-parlamentarias, sin dar la cara, empujando a Tejero a la puesta en escena del esperpento, para, bajo el espadón, recoger, in elecciones ni gaitas, las nueces del derribado árbol de la soberanía nacional.
El otro general, más dado a los gestos épico-marciales, se encargaría de provocar el pánico con sus ingenios militares, lo que consiguió, y sus ayudantes se dieron un baño de ardor guerrero. A la calle, armados como para enfrentarse al Quinto de Caballería, en este caso calles vacías y ciudadanos atemorizados, y por la tele, para anunciar, cuando toque, la buena nueva: España está salvada.
Perfecto, si el detonante no se hubiera convertido en detetiente, porque también debidamente engañado tenía su otra lista, la de los que había que hacer desaparecer del teatro político. Los más manipulados fueron (fuimos) algunos diputados, no todos, los que no estaban en la movida y desconocían el guión.
El presidente Calvo-Sotelo asumió la tarea de que un juicio farsa nos ofreciera una edulcorada versión dieciochesca de un esperpento o episodio galdosiano convertido en verdad judicial. La verdad histórica es repugnante y más aún si los listillos y listados se ponen a la cabeza de la manifestación en defensa de la democracia por ellos ultrajada.
Fracasado el proyecto Armada se tardó poco tiempo en saber que le respaldaban unos notables, suspensos en democracia y vergüenza, y llegó la hora de los falsarios, empezando lógicamente por el rotativo que se puso a la cabeza de la manifestación de apoyo a la democracia. La aparición del jefe del Estado dentro de uno de los dos papeles que había en el guión fue sublime. Aquí estoy yo, y todo en orden constitucional.
El otro discurso, el de si ustedes, los líderes, jefes, portavoces, excelencias, así lo quieren, adelante, vayamos todos juntos y yo el primero por la senda constitucional, se ha quedado, afortunadamente, inédito. No es como para montar mascletadas recordar el día en el que, en el mejor de los casos, dicen que Armada engañó al Rey, Milans a Tejero, los líderes a sus ejecutivas, estas a sus militantes, el Cesid al Gobierno en funciones, todos a la población y, dando la vuelta al calcetín, se elevó a categoría de golpe de Estado frustrado contra la democracia lo que fue una miserable conspiración de nostálgicos totalitarios de muy variado signo, a los que las fórmulas democráticas y constitucionales les parecían exquisiteces. Nada casualmente, todos y cada uno de ellos, los de la lista de Armada, han dejado buenas muestras de su pensamiento políticamente correcto. Ese día la esperanzadora transición pasó a peor vida porque los más obligados a servir a la Constitución pusieron de manifiesto hasta dónde estaban dispuestos a llegar, si no servía a sus “patrióticos” y “democráticos” fines."

Época. 20 febr 2011
Núm. 1334