AQUÍ NO HAY NEUTRALIDAD

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lunes, 1 de marzo de 2010

HONOR, COHERENCIA Y DIGNIDAD

Balduino de Bélgica
(1930-1993)
Conviene recordar la figura de este hombre y, sobre todo, su coherente comportamiento como católico.
Al igual que el Jefe del Estado de España, el rey Balduino ostentaba la función constitucional de sancionar las leyes aprobadas por el parlamento belga.
Ante la aprobación de la ley criminal despenalizadora del aborto, pidió al gobierno que se le declarase incapaz para cumplir sus funciones constitucionales, evitando así la sanción de una norma genocida.
Una vez cumplido el trámite gubernativo, que suplía excepcionalmente la función regia, se rehabilita de nuevo al monarca con el fin de continuar ejerciendo con normalidad sus funciones constitucionales.
O dicho de otra manera: quien quiere, puede.
¡EL QUE TENGA OÍDOS PARA OIR, AUNQUE SEA OBISPO O CARDENAL, QUE OIGA!

17 comentarios:

Antonio dijo...

Pues Francisco, qué quieres que te diga, a mi lo que hizo Balduino me recuerda muy, pero que mucho al lavado de manos de Pilatos. "Firmadlo vosotros..."
Lo malo es que en guatepeor las comparaciones son con Caifás y Herodes.

Francisco Pena dijo...

Es una opinión respetable.
No obstante, la alternativa sería abdicar en su hermano, con lo que pondría la patata caliente en otro tejado igualmente.
Creo que la solución más honrosa ha sido la realizada; esto es: que asuman sus responsabilidades morales y criminales aquellos que han promovido y realizado tan execrable crimen de lesa humanidad.
No creo que pueda compararse al caso de Pilatos, pues éste, amén de lavarse las manos, condenó a un inocente, conculcando palmariamente la legislación romana.
Ante el miedo de la turba, optó por contentarlos para evitar alborotos.
En el caso de Balduino, considero que tomó la decisión más honrosa, sin mancharse sus manos y su conciencia de sangre, pues sus manos no condenaron con su rúbrica a miles y miles de inocentes.
En cualquier caso, y con independencia de valoraciones, lo que sí es seguro es que la clase política que promovió y aprobó tal genocidio legal es moral y jurídicamente responsable de un delito de lesa humanidad, aunque tenga la apariencia de respetabilidad legítima, según las normas del Estado Belga.

Un saludo

Antonio dijo...

¿La más honrosa...? te recuerdo que dicha honra duró lo que duró su abdicación Paco, porque al día siguiente y en adelante, Balduino siguió siendo el Jefe del Estado que había legalizado el genocidio. Vamos, que en la comparación si en algo es asimétrica, es que Balduino no era un simple gobernador o un juez, sino el mismo "césar". Que por cierto era a quien temía Pilatos y no al populacho
Y la clase política no es si no parte integrante de dicho reino, la promotora e inductora si quieres, pero la máxima responsabilidad recae en su máximo responsable.
A Dios lo que es de Dios y Balduino lo que es del césar.

Antonio dijo...

Coño, no sé por qué me da la sensación de que en este post tenemos los papeles cambiados. A ver si te estás ablandando jeje.

Francisco Pena dijo...

Siento discrepar, aunque sea con buen talante.
Las normas jurídicas las aprueba el Parlamento o, en su caso, el Gobierno que no necesariamente coincide, a salvo que se trate de un régimen presidencialista como puede ser, por ejemplo, el de USA, con la jefatura del Estado.
El Jefe del Estado en las Monarquías Parlamentarias ostenta una serie de funciones constitucionales que limitan su actuación.
La iniciativa legislativa, por el contrario, no recae en dicha figura, sino en los órganos políticos "elegidos por el pueblo".
El César romano, por el contrario, era una figura omnipotente y omnipresente, incluso cuando funcionaba el senado,y, en consecuencia, asumía la máxima potestad, incluso, en algunas fases del Imperio, religiosa, y era la fuente del bien y del mal.
Cualquier actuacíón que dependía de su voluntad era de su exclusiva responsabilidad, con independencia de que no le era exigible por sus consecuencias, dada su condición.
No ostentando, pues, el modelo actual de Jefe de Estado, dicha iniciativa y función legislativa, es de exclusiva responsabilidad de aquéllos que intervienen en la elaboración y aprobación de las normas las consecuencias que se deriven de su aplicación.
El hecho, pues, de ostentar la Jefatura del Estado, que no del gobierno, repito, en un régimen no presidencialista, no implica neceariamente la responsabilidad en las normas aprobadas por los órganos competentes.
Sólo, en su caso, la sanción de las normas, requisito o condición "sine qua non" para su validez, otorgaría cierta co-responsabilidad, pues de ello dependería su aplicación.
La no participación en la sanción jurídica determina su no coparticipación en el genocidio.
Si el Jefe de Estado de España sanciona las leyes genocidas es copartícipe de su fin criminal.
No creo, pues, que esta última afirmación sea, precisamente, "blandita".
Otra cosa es la exención de responsabilidad que establece la Constitución de 1.978 por principio.
Un saludo

Deolavide dijo...

Sin duda la catadura moral del fallecido monarca belga dista mucho, a su favor, de la de “nuestro” (por así decirlo) monarca.
Pero coincido con la opinión de Bailan. Balduino, sin duda con buena intención y atendiendo a su condición de católico, no pudo o no supo renunciar a su condición de monarca. Su decisión vino a ser, como dice Bailan, un “lavarse las manos”.
La coherencia radical exigía de él la abdicación definitiva, habría sido como decir; “acepto la voluntad soberana del parlamento, pero como católico no puedo seguir siendo jefe de un Estado abortista”.

Dicho esto, como comencé este comentario; la diferencia con “nuestro” rey (un sujeto de “dudosa” moral) es sideral.

Francisco Pena dijo...

Ya veo, camaradas, que habéis hecho un contubernio (entiéndase, en su 3ª acepción) contra el que suscribe, hecho por el cual, sin duda alguna, la Historia os juzgará.
En cualquier caso, y, al menos por ahora, manteniendo el mismo talante, insisto en mi versión, pues, de seguir la vuestra, llegaríamos a la conclusión absurda de que el pueblo, siendo, como dicen, soberano, tendría que irse de España ante la aprobación del genocidio del aborto.....so pena de ser copartícipe y corresponsable de un delito de lesa humanidad.
La pelota en vuestro tejado....je, je.....

Deolavide dijo...

Si te soy sincero, sólo hay dos motivos por los que no me voy de España:
1. Porque no tengo valor para mandar toda una vida a… al extranjero.
2. Porque me propongo cambiar esto que aún se nombra España por algo que merezca tal título.
3. Porque nadie va a echarme de lo que es mío.

Vaya, al final eran tres razones.

Por otra parte, nadie ha dicho que Balduino tuviera que abandonar Bélgica. Ni lo he dicho, ni lo creo. Lo que creo es que seguir siendo “Jefe” o Rey de un Estado abortista es hacerse cómplice de ese crimen.

Antonio dijo...

Efectivamente, la comparación con nuestro Jefe del Estado y el de Bélgica, vendrían siendo entre Herodes y Pilatos respectivamente. Es obvio que hay diferencias claro, pero que distan de ser honrosas sino más bien, menos dolosas. Por mucho que, puestos a comparar, la asimilación del Parlamento sea con el Sanedrín de Caifás.

Francisco Pena dijo...

Me reitero en mis palabras...no me vais a convencer.
El Jefe del Estado representa al Estado, no al gobierno de una Nación.
El Estado, "in stricto sensu", carece de ideología.
Sólo las ideologías totalitarias, como pueden ser el marxismo y el nacionalsocialismo, identifican al Estado con una determinada filiación política.
En el caso, por ejemplo, del nacionalsindicalismo, lejos de fomentarse la supremacía del Estado, se descuella la supremacía del Hombre como parte intengrante e irreductible de una Nación. (esto lo digo, porque sé que me saldrías con la coletilla).
En el actual sistema, las normas jurídicas juegan un papel muy importante, pero no decisivo en cuanto a la orientación que ha de tomar el Estado, dado que la política conyuntural no vincula a la esencia misma de la naturaleza jurídica del Estado.
Cuestión diferente es que en un determinado momento se puedan aprobar atrocidades como la del aborto, hecho, en todo caso, no excluye su ulterior derogación.
El hecho en sí de su aprobación o derogación no altera la sustancia misma del Estado y, en consecuencia, del titular de su jefatura.
El Estado español seguirá siendo Estado exista o no exista permisividad criminal.
Cuestión diferente es la convicción íntima y la condición moral del Jefe del Estado que, en un determinado momento, no quiera ser partícipe de un genocidio. Baste con no suscribir las norma que lo permite para, en puridad, poder continuar con su labor institucional.
Identificar política coyuntural con Estado es un craso error, porque diluye la responsabilidad personal de los criminales en las instituciones públicas, con lo que podemos caer en el error de justicar crímenes por el simple hecho de que la función pública que coyunturalmente se ejercía "obligaba" a actuar de una determinada manera.
La actuación personal es la que determina la responsabilidad....

Deolavide dijo...

Estimado Francisco, tengo que comenzar por reconocer que hoy (que últimamente) me siento bastante “espeso”. Atravieso por una de esas etapas (¿cómo diría?)… de “agotamiento” (la denuncia, la controversia permanente, agotan)
Quizá por esto me cuesta un poco seguirte.
Tengo la íntima emoción de la importancia y la profundidad de la cuestión que marginalmente ha resultado de tu comentario sobre Balduino (un personaje que me merece un cierto respeto, como dije, sobre todo si lo comparamos con aquel otro sujeto) por lo que, por encima de esta espesura anímica que soporto, voy a intentar plantearla.

Deolavide dijo...

Hablamos de responsabilidad.
No hablo de responsabilidad legal. No lo hago por cuanto esta es la que se deduzca objetivamente de la ley. En este caso, el rey es constitucional y legalmente “irresponsable”, punto.
Hablamos de responsabilidad política. Parece obvio que un sujeto que no tiene poder político, es decir, que no tiene capacidad de decidir, no es políticamente responsable de la decisión que se tome.
Por ejemplo, tú y yo no somos responsables de las decisiones del Gobierno. ¿O sí?.
No, en tanto no tenemos competencia o poder alguno de decisión. La decisión se adopta no sólo sin contar con nosotros, sino contra nuestra opinión y convicción. Podemos decir que no sólo no somos responsables sino que nos consideramos “víctimas” de tal decisión (la de aprobar el aborto, me refiero).
Pero no es menos cierto que incurriríamos en una cierta “responsabilidad” si omitiéramos todas aquellas acciones de oposición a tal decisión que estén a nuestro alcance, dentro de nuestra competencia y capacidad (manifestaciones contra el aborto, denuncias por cualquier medio, no votar a los que propugnan el aborto… en fin cualquiera que podamos imaginar).
Esta responsabilidad no se agota con la aprobación de la ley, continúa tras ser aprobada. Es decir, aún cunado se apruebe el crimen, aún cuando el crimen sea declarado legal, nuestra responsabilidad de oponernos a él, de denunciarlo, de intentar revertirlo; permanece. Tanto más, cuanto más poder, cuanta más capacidad de influir tengamos.
Ocurre que el rey o el jefe del Estado (que no es “el Estado”, sino una persona que ocupa esa responsabilidad institucional), aún siendo irresponsable jurídicamente no lo es políticamente. No lo es por cuanto cumple una función política de la que si puede y debe deducirse responsabilidad. Una responsabilidad política que se deduce desde el mismo momento en que tal persona sanciona a título de rey o de jefe de Estado una ley injusta (y, en este caso, criminal). Al hacerlo, o al continuar ejerciendo a posteriori su “función” como si tal cosa no hubiera ocurrido (en tanto a cada minuto se asesina a un inocente), la tal persona se hace cómplice de esos crímenes, en tanto no ejerce todas las acciones a su alcance para evitarlo.
Hablamos también de responsabilidad moral. Aquella que se deduce de los comportamientos, de las obras de cada uno. Una responsabilidad que se deduce de la adecuación de nuestros actos no a nuestros caprichos o intereses (sean estos cuales fueran), sino a la justicia y verdad objetivas. Al bien categórico, en definitiva.
Es cierto que esto resulta difícil de aceptar cunado se niega el carácter categórico del bien, de la verdad y de la justicia. Cuando estos valores se relativizan. Pero no por ello desaparece la íntima y personal responsabilidad moral. Una responsabilidad de la que es sujeto la misma persona titular de la responsabilidad política.
No cabe separar la responsabilidad política de la moral, no a nivel personal. En la persona la responsabilidad no puede segregarse en compartimentos estancos. No creo en una responsabilidad pública ajena a la privada… y viceversa. No lo creo, porque ambas son propias del mismo sujeto.
Así, omitir las acciones que requieren la oposición a una ley injusta (la que fuere) tanto más si se trata como la del aborto de una ley criminal, conlleva también una alta responsabilidad moral. Continuar al frente de un Estado que permite en su ordenamiento constitutivo la vigencia de unas leyes eminentemente injusta no es otra cosa que hacerse cómplice de tales leyes. Y no hay vuelta de hoja. No la hay, porque nadie está obligado a ser rey o jefe de Estado. Quien lo es lo es por propia voluntad. A nadie le ponen una pistola al pecho para serlo.

Francisco Pena dijo...

Respetando tu razonamiento, voy un poco más allá.
¿Significa éso que contribuir a las arcas del Estado, mediante el pago de impuestos, ya directos, ya indirectos, es un acto de colaboración criminal?
No podemos obviar que a cargo de fondos públicos se sostiene el genocidio del aborto.
Tal vez, camarada, el problema de fondo radique en el "testimonio".
Objetivamente el acto criminal corresponde a quien colabora en la promoción y aprobación ulterior de la Ley.
No participar en cualquiera de los estadios de su elaboración implica no ser cómplice de su resultado.
Bien es cierto que siempre se puede exigir mucho más sacrificio, pero la cuestión radica en si ese sacrificio va a suponer un plus testimonial y, en todo caso, si así fuera, no sería también exigible a todos los que sostenemos al Estado.

Un saludo

Deolavide dijo...

Contribuir al Estado (mediante el pago de impuestos) no es un acto voluntario sino, como su propio nombre indica, impuesto. Algo que debo hacer bajo coacción de ser sancionado. Por tanto, no hay responsabilidad.

Si a punta de pistola eres obligado a aprobar un acto injusto, podrán decir que no eres un héroe o que eres un cobarde, pero no que eres responsable.

Pero, repito, a nadie le obligan a ser rey o jefe de Estado. Si lo eres, es por propia voluntad. Por tanto, hay responsabilidad.


Es evidente que la responsabilidad moral exige hacer lo que esté en nuestras manos contra la injusticia en general y contra la del aborto en particular. Cuando se ocupa una función institucional como la de jefe de Estado o rey que tiene entre sus competencias la de sancionar leyes, es más que evidente que está en su mano negarse a hacerlo, aún cuando esto conlleve su dimisión o abdicación. Si no lo hace, hay que dar por supuesto que valora más sus “funciones” que su coherencia moral.

Francisco Pena dijo...

Ciertamente coincidimos en un hecho objetivo: la sanción de las normas conlleva la responsabilidad moral del que lo hace.
La negativa a sancionar normas genocidas implica una convicción moral y una coherencia.
La única discrepancia es si se puede seguir ejerciendo el resto de sus funciones como máxima institución del Estado.
Yo creo que sí.
Tú crees que no.
En cualquier caso, me temo que tal circusntancia discrepante, por desgracia, no se dará en España....y los motivos son más que evidentes.

Un abrazo

Antonio dijo...

Deolavide ha dado en el clavo Paco, creo que el error que cometes es confundir las responsabilidades penales con las morales.

Ten en cuenta que si nos atenemos a la estricta legislación vigente, todos son inocentes. Es más, hasta son heroes.

Francisco Pena dijo...

¡ME CAGO EN SATANÁS!

Yo tengo razón y punto.

¡AMÉN DE LOS AMENES!


P.D.: Me parece que voy a tener que empezar a afilar el cuchillo en mi propia casa.