Beato Padre Damián de Molokai
Misionero SS.CC. (1840-1889)
En este mundo, dicen, globalizado, en el que los conceptos y circunstancias parecen compartirse sin ningún disimulo, resulta poco gratificante que nadie se pare a meditar el auténtico significado de las palabras que tan gratuitamente salen de nuestra boca, y no siempre con la debida medida de aplicación.
Hasta en el seno de la Iglesia Católica, incluso por muchos de sus conspicuos Príncipes, se utiliza indiscriminadamente un término u otro, según sea el interlocutor de turno y, sobre todo, según la necesaria corrección política exigible en cada momento.
Me temo, sin embargo, que pocos entienden o, lo que es peor, quieren entender que la solidaridad no necesariamente implica caridad.
O si se prefiere: que una cosa es simpatizar con una causa y otra muy distinta entregarse plenamente con los que la sufren.
La sutil diferencia radica en que no toda solidaridad exige la entrega de la vida hasta el extremo, frente a la caridad que, necesariamente, la obliga.
La solidaridad o simpatía no supone, como muchos creen, la asunción de las consecuencias a las que se ven abocados los que son o pueden ser potencial objeto de aquélla, más bien tal sacrificio es propio de la condición que subyace en la original Virtud Teologal que, como bien ya se dijo hace dos mil años, exige amar a los demás, incluso a los enemigos, como a uno mismo.
Podemos sentir simpatía o solidaridad por la supervivencia del búho real o por la víctima de un desahucio, pero en cualquiera de los casos, sobre todo en el segundo, la caridad exige, además, sufrir con él hasta las últimas consecuencias.
Para aquellos, pues, que crean que ser solidario es sinónimo de entrega y valor, siento decepcionarles, porque se puede ser tan perfectamente solidario desde la cómoda poltrona casera como desde el interior de la algarabía callejera, pues, al fin y al cabo, la solidaridad sólo exige adhesión, no entrega o coparticipación.
Por el contrario la Caridad, con mayúsculas, exige el compromiso de entrega incondicional, sin esperar nada a cambio, incluso el resultado positivo de la lucha o de la causa.
Si la entrega es con el que sufre, con él habrá que estar cuando llegue el peor momento, sufriendo, en las propias carnes y bolsillos, las consecuencias irremediables del apoyo sin restricciones.
Pero, ¿a quién interesa, entonces, tal confusión de criterios o conceptos?
Pues a los mismos que promueven y siguen promoviendo que el bien consiste en no hacer el mal, aun no haciendo el bien.
En este mundo globalizado hipócrita, que se aprovecha cada día más de la progresiva e imparable ignorancia del vulgo, ése que es feliz con tal de que le proporcionen putas (tanto de uno como del otro sexo, incluso intermedio), drogas y fútbol, en cualquiera de sus variantes más o menos conocidas, ése que es capaz de asumir que las clases política, banquera y sindical siguen en continua lucha (como si alguna vez lo estuviesen), pues ese mundo, cuya filosofía descansa en la insensatez, que no ignorancia, de los que hacen sonar sus bolsillos como sonajeros para atraer a la masa innoble de borregos, es el mismo que nos dice que ser solidarios es sinónimo de tranquilizar las conciencias a base de levantar el puño, hacer un ingreso periódico en una cuenta corriente o, simplemente, poner una sonrisa de oreja a oreja para salir bien guapitos en la caja tonta.
¡Que no, señores, que no!
Que la solidaridad está muy bien para los bailes de salón, ésos que organizan con gran pompa y boato los amiguetes de la farándula, de las casas reales indoeuropeas o las ex recauchutadas que publicitan bombones de chocolate, ésos que sólo salen después del verano.
Si quieren algo serio, acuérdense de los que día tras día, hora tras hora, están con los que sufren, con los que tienen la boca rodeada de moscas, a los que esperan los buitres volando en círculos concéntricos....lo demás,, todo lo demás, es puro cuento....
Miren ambas fotos con detenimiento......tal vez la apariencia del primero, aquél que sufrió en sus propias carnes la enfermedad de los que fueron sus hijos por amor a Cristo, no sea tan "beautiful" como la de los segundos......pero es la distancia abismal que reside en el corazón de unos y otros....de los que viven del cuento....y de los que para ellos la vida no es cuento.....
Claro que para ésto, como para todo, hay que tener arrestos......
Francisco Pena
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