AQUÍ NO HAY NEUTRALIDAD

AQUÍ NO HAY NEUTRALIDAD

miércoles, 20 de julio de 2011

PÍO, PÍO



He de confesar que hoy me siento orgulloso, no de mí, sino de mi otro “alter ego”, o sea, mi sexo.
De hecho, voy a proponer a las más altas instancias de la Nación la institucionalización del día del orgullo “no gay”.
No es que tenga nada en contra de éstos, sino más bien todo lo contrario....pues bastante tengo con aguantar la cara de imbéciles que exhiben cuando pretenden hacernos creer que se sienten orgullosos de ir haciendo el ridículo por las calles de Madrid, vestidos de lagarteranas y con la entrepierna colgando al modo de señorita de compañía de las muy nobles huestes de las altas tierras escocesas..... para los “progres”: las “highlands”...
Sino porque considero que es injusto que los que no tenemos los instintos cambiados tengamos que estar condenados al ostracismo, sólo por no querer entrar en el armario, por aquello de que tantos dentro somos multitud.
No voy a ser yo, Alá me libre, quien cuestione la condición, perdón, “opción” (que ahora, parece ser, ya no es lo mismo), que pueda tener cualquier hijo de vecino por sus aficiones filo-sexuales, pero me han de reconocer que es injusto, incluso inconstitucional, que por el hecho de ser marica o, en su caso, “indignao”, uno tenga derecho a ocupar foros públicos porque sí, porque es de ley, simplemente por serlo.
Si unos y otros tienen derecho a coartar mi libertad de circulación, en justa reciprocidad, se nos debería otorgar a aquellos que no somos sodomitas ni hijos de papá el derecho a sentar nuestras posaderas en la plaza mayor de nuestros pueblos o ir cantando “mi carro” por las alegres calles de nuestras villas.
Al fin y al cabo, España, eso dicen, es el país de la alegría, incluso cuando afirmamos, no sin rubor, que estamos “indignaos”.
No ha mucho tiempo (para mí los años ya cuentan como meses, así que vayan ustedes echando cuentas) asistí a un debate sobre la condición, hoy “opción”, homosexual y su justificación, incluso, desde el punto de vista filosófico.
La verdad es que yo nunca entendí, ni entenderé, el por qué de tales debates, porque, salvo error u omisión, con quién yo me acueste o me deje de acostar a nadie le importa, pero en fin, debe ser el fruto de ese carácter erótico-festivo que tenemos los españoles, y más los mariquitas, de no dejar de llamar la atención, y así, aún cuando no haya motivo para el debate, pues, simplemente, lo creamos.
La cuestión de fondo era convencer al personal (entre ellos a mí) de que la condición, hoy opción, marica era algo consustancial a la naturaleza; es decir: propio del carácter animal de la especie humana.
Y digo esto, porque la mayor parte del debate, ignoro por qué, se centró en convencer al personal, con supuestos datos científicos en la mano, que en el reino animal, la prevalencia por el mismo sexo también existía.
La primera duda que se me planteó fue por qué hace años se hablaba de “condición”, y hoy, tal vez con un poco de vaselina, se ha sustituido el término por “opción” sexual.
Uno de los nobles e insignes contertulios me afirmó, ante mi innoble, por inesperada, pregunta, que la explicación era bien sencilla: no todo el mundo está condicionado por su sexualidad, por lo que es más exacto y amplio el término opción (que refleja el ejercicio de un derecho) que el de “condición”.
Maldita ser la hora, pensaría el sobredicho, pues su contestación determinó que el debate se descarriase por otros derroteros menos favorables para su tesis.
Y dije (y digo) yo: Si en la naturaleza se dan ejemplos de comportamiento desviado, ¿bajo qué parámetros son determinados?: bajo la condición o, extrañamente para un animal irracional, bajo la opción.
Lo siento, pero el símil del medio no lo puse yo, sino el contrario.
Obviamente, ante semejante respuesta, el adverso comenzó a sospechar cuál sería mi contraria opinión, por lo que inició un cambio progresivo de gesto, pasando del de papanatas al de “indignao”.
La respuesta no la recuerdo, tan sólo su expresión ceñuda y reivindicativa de no sé qué derecho de los monos de Malasia a fornicar con el mono del clan vecino.
¿Opción o condición?: Esa, en definitiva, era la cuestión.
O dicho de otro modo: Si la opción sexual era el argumento, o bien estábamos afirmando que los monos, por poner un ejemplo de naturaleza salvaje, tenía las facultades volitiva e intelectiva intactas, o, por el contrario, nosotros, los menos monos, adolecíamos de condición humana.
Tal vez, cortito yo, ahora empiezo a entender ese interés de nuestro muy noble gobierno progresista, en notorio paralelismo con la no menos innoble institución mundialista de la ONU, de otorgar derechos humanos a los no idem, en justa contrapartida de otorgar los animales a los humanos.
Se trataría, en definitiva, de diluir la supuesta línea imaginaria existente entre el reino animal y el, en algunos casos, racional, con el fin de llevarnos a la muy ignominiosa conclusión de que tanto monta, monta tanto, un mono que un humano.
Y visto así, si todos somos de la misma especie, ¿por qué razón no ambicionar el mismo sustrato?; es decir: la condición salvaje.
A mí no me importaría, sinceramente, siempre y cuando las reglas del juego fuesen las mismas para unos que para otros; es decir: para los que se consideren animales y para los que entendemos que aún hay clases....incluso dentro de los monos....
En cualquier caso, pasando por alto el falso argumento científico esgrimido por mi, otrora, contertulio, por no hablar del capital error que supone utilizar un símil de la soberbia, como el orgullo, para reivindicar un supuesto derecho de opción sobre una “condición” (he ahí la contradicción), lo cierto es que tales argumentos, dije (digo) yo, suponen un grave peligro, pues podrían llegar a justificar que los mismos argumentos serían válidos para todos los comportamientos “humanos”.
Y así, si el símil simio fuese válido (aunque no científico), no habría inconveniente alguno a aceptar para algunos de nosotros, los privilegiados, la condición de jefes de la manada, con sometimiento indecoroso de nuestras hembras, no en vano el cortejo y la berrea serían argumentos filosófico-científicos más que suficientes para justificar nuestra superior condición de machos con cornamenta.
Y puestos ya a adentrarnos en el mundo salvaje, ¿por qué no alabar la condición depredadora de los más dotados y erradicar así la simplona condición igualitaria a la que nos quieren someter los débiles humanistas?
No sería, pues, descabellado, desde tal óptica, reivindicar nuestra condición de machos cabreados, pues la indignación no deja de ser una rémora pueril y burguesa, y exigir, para los que así justificásemos nuestra superior condición animal, nuestros supremos derechos sobre la cohorte de nuestro inferiores justamente sometidos.
Supongo que tal argumento no deja de ser un desvarío por mi parte, desvarío que, no obstante, tienen el mismo fundamento que la falsa argumentación pseudocientífica de los defensores de la tesis animal.
Cuando se carece de argumentos, la suma indiscriminada de datos, en su mayoría, por cierto, falsos, sólo permite llegar a la conclusión, cuando no peligro, de que lo injustificable (por su escasa fundamentación científica) nunca puede ir más allá de la mera voluntad de llamar histriónicamente la atención.
Cuando la evidencia científica nos dice que hay un sexo masculino y otro femenino, incluso en el reino animal que tanto reivindican algunos, no queda más remedio que aceptar que tales son los parámetros sobre los que necesariamente nos hemos de mover....al menos, si queremos que nuestra especie se perpetúe en el tiempo.....que no descarto ser otra la intención....
O dicho de otro modo: nadie debe justificar lo que nadie le pide que justifique, porque, de lo contrario, pueden suceder dos seguros e inexorables hechos: Uno, que la supuesta justificación degenere en el absurdo; otro, que alguien se dé por aludido cuando nadie lo ha mentado, lo que determinaría, sin duda alguna, su indigencia intelectual.
Los mismos supuestos derechos, los mismos supuestos fenómenos: el “orgullo” sodomita y la “dignidad” del “indignao”.
Pero cuando, por el contrario, se pretende desprestigiar al Sistema, curiosamente, tanto unos como otros, sodomitas e “indignaos”, saltan como resortes en su defensa.
La explicación, señores, es bien sencilla....hasta un niño de teta llegaría a la misma e indefectible conclusión: tanto unos como otros, tanto otros como unos, son hijos del mismo padre, del mismo Sistema, ése al que dicen criticar, pero del que todos maman por igual.
Algunos, para mi tristemente, se han sentido atraídos por los que todavía ocupan nuestras plazas públicas.
Creo que han cometido el pueril error de confundir el muy noble deseo de cambiar el estado de las cosas, que no niego a algunos de los que inicialmente acudieron a la llamada, con la exigencia inexcusable de acabar con un Sistema sustancialmente corrupto y despótico.
Cuando se juega con la realidad, ésta, en la mayoría de los casos, acaba, como Saturno, por engullirnos.
Sólo queda, pues, una disyuntiva: o seguir siendo los polluelos que siguen fielmente a mamá pata, o erigirnos en la cabeza y dignidad de nuestro propio destino.
Lo demás, aún revestido de la farsa “indigna”, no deja de ser una mariconada....sin perdón.

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